Solo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin
querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
Solo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido
creado para la felicidad, no solo en el otro mundo,
sino también en este.
Solo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
Solo por hoy haré por lo menos una sola cosa que
no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en
mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
Solo por hoy me haré un programa detallado.
Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo
redactaré y me guardaré de dos
calamidades: la prisa y la indecisión.
Solo por hoy creeré, aunque las circunstancias
demuestren lo contrario, que la buena
providencia de Dios se ocupa de mí como
si nadie más existiera en el mundo.
Solo por hoy no tendré temores. De manera
particular no tendré miedo de gozar de
lo que es bello y creeré en la bondad.
Juan XXIII