Señor, Dios de paz, escucha nuestra súplica.
Hemos intentado muchas veces y
durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y
también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta
sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas... Pero
nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la
paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y
nuestros corazones, y danos la valentía para decir: «¡Nunca más la guerra!»;
«con la guerra, todo queda destruido». Infúndenos el valor de llevar a cabo
gestos concretos para construir la paz. Señor, Dios de Abraham y los Profetas,
Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos, danos la
fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con
benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino. Haznos
disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden
transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en
confianza y nuestras tensiones en perdón. Mantén encendida en nosotros la llama
de la esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y
reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que sean desterradas del
corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma
la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra
que nos lleva al encuentro sea siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida
se convierta en shalom, paz, salam. Amén.
Del Papa Francisco. Año 2014